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sábado, 15 de junio de 2013

Mi chica

¡Hola!


Se que he estado ausente un tiempo, no me resta más que agradecerles por seguir por aquí a pesar de ello, con un poco de esfuerzo les traigo un pequeño regalito por todo su apoyo.
Espero que aunque cortita, esta historia les guste tanto como a mí.


Nos leemos.






En la fotografía se puede ver a una chica y un chico besándose, su miradas entrelazadas, sus cuerpos tocándose gracias a que ambos visten solo en bikini y bañador, una imagen hermosa...
Ella tiene el cabello largo y curvas generosas, luce hermosa pues no parece importarle que su cuerpo no se ajuste a la moda actual. Él es alto y atlético, tiene una frase tatuada a un costado que lo hace parecer sexy.
Parecen estar en su propia burbuja de felicidad... 
¿Quieres conocer su historia?




miércoles, 1 de mayo de 2013

Rompiendo Medidas


Capítulo 8
Conversaciones amistosas

-Tan claro como una charla entre hombres, tan profundo como una plática entre mujeres.


Ben se sorprendió al mirar a Derek en la entrada de la casa, nunca lo admitiría pero compartir el piso con los demás chicos sin Dek era muy aburrido, nadie le lleva la contra, todos eran como perros falderos.
-Déjame adivinar, Peggy te corrió-, se burló Ben y no lo invitó a pasar, se quedaron de pie en la cochera.
Ben había querido odiar a Peggy, Sami, como la llamaba Dek, era una sabelotodo con curvas, no podía imaginarse teniendo una relación con ella, pero al parecer su amigo sí, la sonrisa con la que él respondió hablaba de satisfacción, juegos de cama y algunas otras cosas más que Ben hace mucho que no tenía: tranquilidad, paz, seguridad, cariño.
Hizo una mueca ante sus pensamientos cursis.
-¿Que pretendes ahora Ben?-, preguntó Derek y él alzo los ojos al techo, quizás era hora de darse cuenta que la amistad con Dek ya era agua pasada, sabía que él tenia parte de culpa, después del divorcio de sus padres cuando cumplió quince, había hecho de todo para volverse un cabrón, muchas veces Derek había aguantado las consecuencias.
-¿Pretender con qué?
-Lo de Leysi era solo un favor, ya no deberías seguir rondándole, a menos que se te haya ocurrido alguna otra idiotez como la apuesta de Sami.
-No deberías llamar idiotez a mi intento de juntarlos.
Derek le lanzó una mirada malhumorada y Ben dejó atrás las bromas.

-Leysi es asunto mío.
-No, no lo es.
Ben apretó la mandíbula y se frotó la nuca con una mano.
Derek podía criticarle cualquier cosa, le sabía bastantes trapos sucios, pero la brujita no entraba en ellos, Ben no quería que nadie hablara de sus intenciones con ella, joder, si ni el mismo sabía cuáles eran sus intenciones, solo que las tenía, buenas o malas, quién sabe, quizás las dos, una cama, ese cabello rebelde, disfrutar de ese cuerpo que no podía quitarse de la cabeza aunque fuera distinto a cualquier otro que hubiera tenido y había tenido su buena cantidad.
-¿Ben?
La voz de Dek lo regresó al momento y Ben frunció el ceño, ¿Pensaría el modelito igual que él?, tenía que moverse rápido, no quería ser la segunda opción de la brujita, había tomado una decisión, ella estaría en su cama.
-Deberías irte Derek, yo no me meto en tu vida ya, tú no te metas en la mía-, contestó Ben y entró en la casa dejando a su viejo amigo con la palabra en la boca.
Subió las escaleras de la casa de cinco habitaciones que su papá rentaba para él y "sus amigos", un intento pobre de mantenerlo contento, quería ducharse antes de ir a buscar a la brujita y comenzar a llevarla hacia donde él quería. Su móvil sonó y lo miró sonriendo, otra foto, unos brazos delicados tapaban unos pechos muy generosos, la foto no dejaba ver la cara de la chica, como en las anteriores, Ben tenía que darle merito, eran buenas fotos, simplemente él no era nunca el seducido, a él le gustaba elegir no que lo atraparan como la chica-foto estaba intentando hacer desde hace varios días.
Dejó el teléfono en la cama mientras se quitaba la camiseta, la pantalla aún mostraba la imagen descartada.

***

-¿Hola?-, la voz al otro lado de la línea hizo a Tomas enderezar la espalda, había sido mala idea usar el teléfono público de los dormitorios para hacer la llamada pero hasta la próxima paga no podía soltar dinero suficiente para saldo en el móvil, todo su fondo del mes estaba destinado para una sola cosa, tal vez era una estupidez pero lo necesitaba.
-¿Hola?
-Hola, lo siento, ¿es usted Luis Bruno?-, Tomas respiró hondo, le había tomado su par de días averiguar el numero de teléfono del padre de Kat.
-Sí, soy yo, ¿Quién habla?
-Un amigo de Kat… Katerin.
El silencio que prosiguió le hizo sentirse tonto, no había sido una buena idea, simplemente debería seguir insistiendo.
-¿Tomas?
-Le ha hablado de mi -, no pudo contener la emoción de su voz.
-Sí, lo ha hecho, chico, lo cual es una novedad.
Tomas no sabía muy bien que contestar.
-Hubiera deseado que habláramos por primera vez en otras circunstancias, señor, yo...
-La hiciste sufrir.
-No intencionalmente.
-¿Vas a volver a hacerlo?
-No sé cómo contestar a eso, sé que no quiero hacerlo sufrir pero he aprendido que las personas tenemos especial talento en eso, hacer sufrir a las personas que amamos, haré todo lo posible por no hacerlo.
De nuevo el silencio le hizo pensar que el padre de Kat iba a colgar, habló sin pensar demasiado.
-Ella me contó sobre su madre, se que ella se fue, solo han sido ustedes dos por mucho tiempo, cometí un error al no decirle todo de mi desde el principio, entiendo su miedo, pero no quiero que me aparte, no quiero.
-Entonces demuéstrale que estarás ahí, no te rindas, te contó sobre su madre algo que casi nunca hace, está asustada de tu cercanía y de lo que siente, eso está a tu favor y...
-¿Si?
-Espero conocerte pronto.
Tomas salió rumbo a su siguiente destino, cuando llegó a la sala de tatuajes en el centro de la ciudad recordó la flor delicada en el pie de la gatita y sonrió, no iba a rendirse.

***

Alan abrió la puerta para ver a Erik al otro lado, debería seguir enojado con el tipo, aunque no sabía muy bien por qué le molestaba tanto que le hiciera ver que no entendía a Lizeth, que tal vez él era el único que no entendía.
-¿Vienes a llamarme tonto de nuevo?
Erik se encogió de hombros.
-Te compartas como uno, no debería de sorprenderte.
-No sé que ideas extrañas tengas en la cabeza, simplemente olvídalo-, murmuró Alan sentándose en el sofá, los libros de Lizeth habían estado ahí la noche anterior mientras ella estudiaba y lo ignoraba por completo.
-Lizeth y tú no es una idea extraña.
-Ya basta Erik.
Su amigo se paseó por la sala y luego se sentó a su lado mientras sonreía.
-Ayer estaba hablando con Simón sobre ustedes dos.
-No estoy muy seguro de que me sienta cómodo con ustedes dos haciendo de Cupido.
Erik no le hizo caso.
-Él dice que Sami no te necesitaba por eso es fácil quererla. A Lizeth le gustas...
-Ya basta.
-Lizeth no está pidiendo algo que no puedas darle.
-Ya le fallé a Sara-, murmuró Alan diciendo en voz alta sus miedos por primera vez.
-No, no lo hiciste, cuando te necesito ahí estuviste, si sigues así me vas a obligar a llamarla y hacer que tu hermana te jale de las orejas. Solo contéstame algo. ¿Que sientes por Lizeth?
-No lo sé.
-Simón tiene razón, es más fácil convencerte de languidecer por Sami que tener el valor de tener tu propia historia.
-Cállate Erik.
-¡Eres un cobarde!-, gritó su amigo exasperado.
-Cállate o mejor aún vete de aquí.
-Cobarde, cobarde, cobarde…
-¡Ya basta!
-Dime que sientes por Lizeth, solo dilo.
-¡Todo!... yo siento todo por ella.

***

Lizeth estaba terminando de lavar los utensilios de las cafeteras, por fin había llegado la hora de cerrar, miró a Sami que limpiaba el piso al compás de la música que sonaba desde la consola, ella no era de las que movían su cuerpo con naturalidad pero tarareaba la letra también.
Dos golpes en la puerta la sobresaltaron, por un momento Lizeth se asustó pensando en un asalto, una broma de mal gusto o algo así, cuando logró distinguir las dos figuras fuera de la cafetería soltó un suspiro de alivio.
Eran Leysi y otra chica.
Lizeth conocía ligeramente a la chica entusiasta y llena de energía que saludó a Sami y después avanzó hacia ella dándole un abrazo a modo de saludo.
-Hola chicas, sentimos llegar a estas horas, seguramente deben estar cansadas.
-No te preocupes Ley-, sonrió Sami quien sacó varias latas de refresco de la nevera y varios trozos de pastel.
-Yo invito-, dijo encogiéndose de hombros.
La chica que acompañaba a Leysi codeó a su amiga.
-Lo siento, Nasi estoy nerviosa.
-Ya lo noté.
-Sami, Liz, esta es mi compañera de cuarto, Nasi.
-Mucho gusto-, sonrió Lizeth, en su pecho afloró algo cálido, quizás, solo quizás había caído entre un grupo de chicas que le encantaría que fueran sus amigas.
Nasi se aclaró a garganta, Leysi rodeó los ojos mientras Sami comía pastel.
-Ahora que lo pienso, no tengo necesidad de saber nada sobre él, los muñecos de plástico no son interesantes, los muñecos de plástico no son interesantes…
Leysi siguió murmurando mientras Nasi rodeaba los ojos daba una mordida a su pedazo de pastel y señalaba con el tenedor a Sami.
-¿Sabes que pretende Ben?
Sami levantó las manos.
-Los hombres son igual de complicados que nosotras.
-Y más tontos-, dijo una voz desde la puerta, Katerin entró y cerró.
-Estaba abierto-, advirtió al ver los rostros confusos.
-Noche de chicas-, gritó Sami, mostrando un entusiasmo y cariño sincero que chocaba con la incertidumbre de todas las demás mujeres en el lugar.
Después de un comienzo algo torpe en la conversación, Sami había logrado ayudada por Nasi saber más sobre las historias de las chicas frente a ella.
Leysi murmuraba, Lizeth movía nerviosa las manos y Kate se despeinaba el cabello corto con las manos.
-Admítelo Samantha, es difícil competir contra tu recuerdo, la forma que hiciste cara a Ben, la forma que lo retaste, la amistad fácil que entablaste con Alan o tu… tu pasado con Tomas-, terminó Katerin con voz débil.
Sami miró hacia su taza y sonrió muy suavemente.
-Yo ya encontré a mi pastelito de chocolate, Alan, Ben y Tomas encontraran a la chica correcta.
-¿Y nosotras lo somos?
-Eso espero, pero la pregunta no es si ustedes son perfectas para ellos, pregúntense si ellos son perfectos para ustedes, si es así, entonces cojan su pastelito con ambas manos.


miércoles, 10 de abril de 2013

Mi chica


Capítulo 2

Una mano conocida me puso la taza de leche con chocolate frente a mí y yo le sonreí aun sintiéndome un poco inestable, mi cabeza ansiaba de nuevo estar sobre una superficie plana, la mesa se miraba lo suficientemente lisa, tomé un sorbo del liquido caliente sintiendo como viajaba por todo mi cuerpo, aunque sabía que era imposible, me gustaba pensar que mi bebida favorita animaba a todas las células que me conformaban, una especie de gasolina solo para mí.

-¿Has hablado con Diana esta semana?-, la voz de mamá atrajo mi atención
Negué con la cabeza, extrañaba mucho hablar con ella, era mi más intima confidente, pero el distanciamiento suele suceder cuando hay varios miles de kilómetros de distancia entre las personas, habíamos prometido que no dejaríamos de escribirnos, ya tenía preparado un gran correo contándole todo sobre mi día a día, desgraciadamente no había tenido tiempo para ir la plaza comercial y disfrutar de internet gratis.
-Voy a tratar de pasarme mañana por Centro Mart-, dije con la voz aun pastosa por el sueño.
Mamá sonrió un poco y miró su café mientras comía su concha de chocolate.
-Espero de verdad que pronto podamos contratar el servicio.
Negué con la cabeza y señalé los dos libros que había ido a pedir prestados a la biblioteca el fin de semana pasado.
-No lo hagas mamá, ser uno de los pocos adolescentes que aun no han sido atrapados por el internet 24/7 me hace especial.
Ella sonrió y volvió a tomar de su café.
-Te quiero mucho, Gisele.
-Y yo a ti mamá, le sonreí y mordí uno de los extremos de mi pan dulce.

Decíamos esas palabras al menos una vez al día, habíamos aprendido a hacerlo cuando papá aun estaba con nosotras, él era una persona alegre, llena de amor y de entusiasmo por la vida, el cáncer lo fue apagando poco a poco pero hasta el final, la mayoría de los días nos decía cuanto nos amaba y lo agradecido que estaba por haber tenido la oportunidad de querernos.
Tomé un poco más de mi gasolina personal y por fin sentí que el sueño se alejaba del todo de mi cuerpo, eran apenas las seis de la mañana, mamá tenía que salir al trabajo dentro de poco más de media hora, casi todos los días ajustábamos nuestros horarios para comer juntas al menos una vez.
-Podrías recostarte un rato más-, me dijo ella con una sonrisa mientras yo reprimía un bostezo.
-Puedo ocupar el tiempo y avanzar con el libro.
-¿Aun sigues con Hamlet?
-Terminado, estoy con El perfume.
Mi mamá frunció el ceño y luego chasqueó los dedos.
-De ese han hecho una película hace poco, la veré y luego cuando termines el libro podremos tener un debate.

Eso sonaba como un buen plan.


Cuando subí al autobús, él ya estaba allí, hace una semana que conocí a Dag, su popularidad solo iba aumentando más y más, no habíamos hablado desde nuestra conversación en la parada del transporte público.
En la escuela no se podría decir que quisiera comenzar una conversación, estaba siempre entre varios chicos y chicas del grupo, quería tanto contarle a Diana mis impresiones acerca de este tipo que a veces maldecía que se hubiera mudado, repito, la extrañaba.
No tuve que sentarme junto a él en el camión como la primera vez, lo cual agradecí.
Me había cansado de escuchar los murmullos de todas hablando de lo perfecto que era, yo no lo describiría así, estaba bueno y era sumamente divertido cuando se lo proponía pero nadie era perfecto, las imperfecciones de las personas eran lo que te hacia amarlas.
Para la tercera clase estaba deseado que llegara el receso y seguir donde había dejado el libro en casa.

-¿Siempre ha tenido una invasión en su cabeza?-, su voz me hizo cosquillas en la nuca, había susurrado tan bajo que solo yo podía escucharlo, el maestro de Geografía estaba preparando sus cosas para pasar lista, reprimí una risita y algo de irritación, si bien era cierto que Dag no hablaba conmigo, parecía dispuesto a hacerme reír en clases.
Sabía a lo que se refería, el profesor en turno era alto y delgado, su cabello había sido complemente blanco hasta que se lo tiñó, no  era ni el primero ni el último hombre que lo había hecho, lo que lo hacía destacar es que por alguna razón parecía haber tenido una reacción adversa y parecía que el tinte se había hecho grumos pequeños en su casco, hacía dos semanas que su cabeza lucia así, el hombre estaba de pésimo humor y era entendible, había escuchado que lo más recomendable era rasurarse la cabeza pero él no quería hacerlo.
-No se llama invasión cuando traes a los visitantes, se llama reunión-, murmuré girando mi rostro hacia la ventana, escuché a Dag reír, alguien le llamó y su atención se dispersó.

Cuando por fin llegó el receso me dirigí hacia el tercer edificio de la escuela, caminé hacia la parte trasera donde habían puesto varios pupitres con alguna falla, había uno casi intacto que me servía como lugar de lectura.
Abrí el libro dispuesta a continuar con la lectura, me fascinaban los libros de suspenso y misterio, El Perfume tenía eso y mucho más.

Escuché el sonido de los pasos sobre la hierba que crecía en donde me encontraba, levanté la vista y quise por un momento aventarle algo al visitante inesperado, ¡éste espacio es mío!, los estudiantes más rebeldes elegían detrás de las gradas para comportarse mal lo que me dejaba este lugar para mi sola, ahora Dag lo sabía.
-Así que aquí es donde te metes todos los días.
No le hice caso, bajé la mirada al libro pero ya no podía concentrarme, sentía las mejillas ardiendo y un ligero temblor en mi cara, estaba tan avergonzada y lo peor es que no sabía por qué.
-Lo siento.
Dijo después, sentándose frente a mí, parecía no importarle que su pantalón fuera a ensuciarse, lo miré, sin entender muy bien porque se disculpaba, Dag estaba sonriendo, no parecía muy apenado.
-Cada persona tiene un lugar que es suyo, el cual nadie puede traspasar sin ser una agresión es como si invadieran tu cuerpo sin invitación-, alzó las cejas sugestivamente y yo entrecerré los ojos imaginándome que tenía el poder de esa Jane de la saga Twilight.
-Hablo en serio, lo sé, no quería romper tu espacio, es simplemente que tengo curiosidad acerca de ti y tú sigues sin hacer cosas normales, no sabía a dónde ibas a cada receso, te busqué en casi todo la escuela estos días.
Bajé la mirada al libro, me estaba sonrojando de nuevo.
-Pues ya me encontraste-, fue lo único que se me ocurrió decir.
-Sí, ya te encontré-, dijo él mirándome a los ojos, con una sonrisa electrizante y un significado mucho mayor en su mirada del que dejaban entre ver sus palabras.
Se levantó y alzó la mano en gesto de despedida, rodeé los ojos y bajé por tercera vez mi mirada.
-¿Gisele?
-Mi espacio, no romperlo, ¿recuerdas?
Él se rió.
-¿Gisele?
-¡Que!-, exclamé aunque me estaba riendo, nervios, burla, no sabía que más brotaba de mi pecho.
-Ojala un día me invites a venir.

No pude concentrarme más en el libro por ese día, en mi casa, tomé la portátil que mamá había comprado para mi gracias a los ahorros del año pasado, abrí el documento donde tenía lo que iba a mandarle a Diana y escribí justo debajo.

¡No entiendo a Dag!... quizás justo por eso sigue gustándome.

Al día siguiente en el receso casi espere que volviera a aparecer en mi espacio, pero no lo hizo, no había necesidad, había dejado un papel pegado con cinta adhesiva en mi asiento preferido.

Disfruta la lectura










lunes, 1 de abril de 2013

¡Intrigas en Concurso!

Hola chicas

Después de esperar a que la pusieran, por fin Intrigas (la primera historia de las MALAS) ya esta disponible para votacion en la página de la Editorial Nemira.


El concurso funciona 50% votacion del lector, 50% selección del jurado, la editorial esta apostando por apoyar historias que le interesen al lector actual, asi que ya saben, si Intrigas les gusta, regalen un voto.





¡Gracias!

Nos seguimos leyendo.